sábado, 30 de octubre de 2010

Félix Rodríguez de la Fuente

A Rodríguez de la Fuente
yo lo amé con gran cariño,
pues era un hombre valiente
y también muy atrevido.

A él le gustaba observar
a todos los animales protegidos,
y también a las rapaces
en sus propios nidos.

A los lobos, tan hambrientos,
que éste bien vigilaba
para darles alimento
   (y también para tenerlos contentos).

A las aves en cuestión
al gavilán palomero
a la grulla, al cernícalo y al cuervo.

También se puso a observar
a la cigüeña, al águila real,
y al mochuelo.

De todos estos animales
que él iba descubriendo
poco a poco en sus cacerías
guardaba siempre algún secreto.

Se me pasaba por alto
haberme ido sin mencionar
al quebrantahuesos, a la jineta,
al ruiseñor y al jilguero.

La urraca, que también acudía
a comer de los despojos
de los carroñeros.

Y sin más preámbulos me despido
de ustedes, sonriendo para todos.

sábado, 23 de octubre de 2010

La luna

Cuando sale la luna
a la alborada
allí la espero atenta con mi mirada,
y en mi ventana
allí me quedo ausente para observarla.

Yo, enamorada sólo por verla
me quedo atenta y emocionada
y ella, agradecida,
me refleja sus rayos con alegría.

Así es la vida,
que hasta los rayos lunares
tienen hoy vida.

Vida muy larga y muy serena
que con su recorrido
hacen carrera.

Carrera larga y silenciosa
que por su recorrido,
siempre anda sola.

Sola de día, sola de noche,
pues ella no sube nunca en ningún coche.

lunes, 13 de julio de 2009

Poema de terror madrileño


En la capital de España
hoy yo les quiero narrar
un suceso muy horrendo
que muchos no olvidarán.

Allí en la estación de Atocha
empezó la mortandad
Alkaeda es tan perversa
puso una trampa mortal
y quedaron muchos cuerpos
que no lo pueden contar.

Allí se armó un alboroto,
nadie lo pudo aplacar
venían las ambulancias
rápidas para ayudar
y recogían los cuerpos
dispuestos al hospital.

Otros más necesitaban
la caja y el funeral
el día once de marzo,
ese día ninguno lo olvidará
pues allí en Santa Eugenia
otra explosión sonará.

Con el mismo resultado
cuerpos rotos, esparcidos,
nadie los puede sacar;
incrustados en los hierros
estos descansan en paz.

Ahora viene el tercero
otra estación del final
el Pozo del tío Raimundo
aquí acabó todo muy mal.

A las siete y cuarto era
cuando lo pasan fatal
todos los trabajadores
que marchaban para ganarse el jornal.

También quedan atrapados
por la explosión infernal
y acabando aquí la historia
¿qué más les puedo contar?
que los hombres de Alkaeda,
ellos hicieron el mal.

Y nosotros nos decimos
con ETA ya basta,
que al que cojan se lo lleven
a Siberia allí a picar
y que tenga de descanso
tres minutos nada más.

Y teniendo esa faena
¿tiene ganas de matar?
por ver si recapacitan
y dejan las armas ya.

Así quedará este año
para la posteridad
este año dos mil cuatro
siempre se recordará.

El vagón cuarto

Les voy a contar a ustedes
una historia que pasó
hace veinticinco años,
de ella me acuerdo yo.

Un matrimonio vivía
con sus tres hijos varón
estando todos felices
les vino la maldición.

Un día el hijo mayor
se fue por tierras lejanas
dispuesto a trabajar
aunque no de buena gana.

Tuvo sus dificultades
para poder empezar
y consiguió su trabajo
ganando poco jornal.

Con los gastos que él tenía
así no podía marchar
buscando otro trabajo
para que ganase más.

Se metió en la construcción
andando siempre en lo alto
pero un día se cayó
cuerpo y todo machacado.

Para no reconocerlo
cómo estaría el muchacho.

Han avisado a sus padres
ellos no pueden salir
y se ha ofrecido su hijo
a traérselo allí.

El segundo de los hijos
ha recogido los restos
y se vuelve hacia su casa
con mucha pena y silencio.

El tren sale de inmediato
y se dispone a subir,
y al echar el equipaje
el revisor le pregunta:
¿Qué es lo que lleva ahí?

No puede, se lo prohibo
no puede con él partir
tráigame un certificado
que eso es cierto
y entonces podrá salir.

El segundo de los hijos
ha llamado ya a su casa
y les cuenta lo ocurrido
pues se ponen ya de acuerdo.

Saldrá de Barcelona
el tercero de los hijos
llevando el certificado
de que es cierto lo ocurrido.

Los dos hermanos se encuentran
ya han hecho lo prometido
y regresan a su casa
en el vagón cuarto o quinto.

En una bifurcación
el tren se vio detenido
con mucha aglomeración
muchas voces, muchos gritos.

El vagón cuarto o quinto
es donde viajan lo hermanos
que sus padres esperan
desconsolados y afligidos.

Los vagones cuarto y quinto
están aplastados,
retorcidos los hierros,
y los cuerpos sin vida
todos ellos muy ensangrentados.

Para ellos ya no hay vida
sus padres se quedaron
horrorizados al ver que sus hijos
se habían ido para siempre
y en silencio;
que Dios les proteja
a estos padres afligidos.

Los astros del universo

El sol y la luna
y también los astros
navegando siempre
sin ningún salario.

Si se dieran cuenta
de tanto trabajo
harían la huelga
sin ningún reparo.

Son muy inocentes
no entienden de paro
siguen haciendo lo suyo
sin ganar un chavo.

Si algún día todos
¡eso va para largo!
se rindieran solos
por tanto trabajo.

Ellos son así
nunca hay que pensarlo
y no se alborotan
por no cobrar el paro.

Y ya finalizo
y agradezco el acto
que no se den cuenta
que están el lo alto.

Y si alguno de ellos
se diera cuenta
bajarían del cielo
para hacer las cuentas.

Las cuentas son muchas
y el trabajo es duro
y eso es imposible
sin cobrar un euro.

Todos son dichosos
de hacer su trabajo
y nunca se acuerdan
que están en lo alto.

Las tres amigas

Josefa y María
y también Pilar
se marchan un día
en busca del peral.

Dame una pera
dijo Pilar
yo te doy media
para empezar.

¡Que se la dé
entera!,
¡que se la dé
entera!

No están maduras
dice Pilar,
y las tres juntas
piensan igual.

Han transcurrido
tres meses más
y han regresado
a su peral.

¡Que se la coma
entera!,
¡que se la coma
entera!

Ya están maduras
míralas bien
las probaremos,
y así lo fue.

Toma un pera
ten la mitad
para probarlas
te bastará.

¡Que se la coma
entera!,
¡que se la coma
entera!

María y Josefa
y también Pilar
se marcharon juntas
de aquel lugar.

Al año siguiente
quedan para ir
y el peral dichoso
no estaba allí.

Se quedaron tristes
de no verlo allí
y muy congojadas
se ausentan al fin.

Que no te dé la entera
ni la mitad
que el árbol ya no tiene
más peras para dar.

Que no tenemos peras
para poder probar
pues el peral no tiene
más peras para dar.

Y así acabó la historia
de las niñas
y el peral.

Poema a Rosario y a Ramón

Quiero que te pongas
la mantilla blanca
quiero que te pongas
la mantilla azul, la mantilla azul

Quiero que te pongas
la de colorado
quiero que te pongas
la que quieras tú, la que quieras tú.

Si tú no me quieres
yo te quiero a tí
dímelo mi amada
para el mes de abril, para el mes de abril.

Yo te quiero tanto
no vivo sin tí
dame la respuesta
no me hagas sufrir.

Con tanta insistencia
déjame decir
pensaré un poquito
si te amo a tí, si te amo a tí.

Transcurrido el tiempo
ella se le insinuó
le dió la respuesta
sin ninguna conclusión.

Ya te lo has pensado?
dime lo que és.
Te querré un poquito
cuando sea mujer, cuando sea mujer.

Al año siquiente
hablando de amor
rosario le dice
te quiero, Ramón; te quiero, Ramón.